En un principio la ansiedad tiene un antecedente
histórico intrínseco a consecuencia del mismo progreso evolutivo. El mero hecho de vivir
o morir, ser comido o comer, entre otras tantas disyuntivas desencadenó un proceso donde
el debate, la toma de decisiones, el enfrentamiento al peligro, obligó al organismo a
prepararse para dar una respuesta eficaz ante cada situación, algo que hoy reconocemos
como sentido de la ansiedad, y dichas disyuntivas serian las principales causas de la ansiedad aun
cuando muchas de ellas no suponen un peligro real o situación relevante hoy en día.
A partir de este enfoque se pueden encontrar personas que tienen ciertas
características que las hacen más vulnerables ante cada suceso que se presenta, en
realidad, son más propensas a padecer un trastorno de ansiedad al ser incapaces de
desactivar el mecanismo que provocó la reacción ante el evento o el simple hecho de
poder controlar el impulso a incrementar el estado de alerta, en este caso existe una
predisposición y los factores que la producen recaen sobre un diagnóstico difícil de
realizar.
Descubrimientos médicos han vinculado el trastorno de ansiedad con un conjunto de
núcleos de neuronas del cerebro humano (amígdalas) producto a su estrecha relación con
el control de las reacciones emocionales mas no se sabe a ciencia cierta si la ansiedad es
producida por un alteración de aquellas o si la misma es la que influye en el
funcionamiento de esta parte del cerebro.
Por otra parte existen personas que han heredado esta tendencia a desarrollar el
trastorno, sin embargo, durante el transcurso de su vida no lo manifiestan en modo alguno,
así como hay otras que, aunque no tienen una predisposición previa sí llegan a
presentar los llamados síntomas
de la ansiedad siendo producto de la presencia de los factores desencadenantes que no
son más que aquellas situaciones presentes en la vida cotidiana propias de cada
individuo.
De manera similar existen otros factores externos que al sobre estimular el sistema
nervioso también producen ansiedad
y donde vienen a jugar un papel primordial las sustancias de tipo estimulante como las
anfetaminas, la cocaína, antidepresivos, el consumo excesivo de café y la abstinencia a
sustancias depresoras del sistema nervioso central como la heroína, el alcohol entre
otras. Cabe señalar que si a estos factores desencadenantes se suman otros con el tiempo
y no son controlados los anteriores pueden convertirse en causas que perpetúen o agraven
dicha ansiedad.
Asimismo es imprescindible comprender que este esquema de procesos desencadenantes
están sujetos a un control o autocontrol a partir de la valoración y el entendimiento de
qué los produce y qué suceso los llevó ante cada ser humano, es en ese punto donde se
deben evitar ciertos comportamientos como el hecho de evadir todo lo que disgusta debido a
que puede llegar a convertirse en una acumulación de cosas sin resolver provocando un
caos total en la vida de cada individuo, es una estrategia fallida que a largo plazo
provoca más ansiedad. La fijación de metas y propósitos, el focalizarse en un objetivo
dado, son pautas a seguir a la hora de evitar estados ansiosos, es aquí donde la
distracción ante tareas de gran relevancia no tiene cabida.
Otra singularidad está dada al magnificar procesos ansiosos de poca relevancia que
hacen perenne y sobredimensionan ese estado teniendo consecuencias graves ante un asunto
que no lo amerita en su totalidad; a esto se une el hecho de poder enfrentarlos con total
independencia, no cabe duda que la personalidad tiene un rol primario ante dicho
enfrentamiento. |