El trastorno obsesivo compulsivo o
simplemente TOC es una forma de manifestación de la ansiedad mostrada a
través de un comportamiento repetitivo de cierta actividad (limpiar escrupulosamente,
ordenar objetos o acumularlos, buscar la perfección en cada acción realizada, verificar
constantemente que en efecto se llevó a cabo alguna tarea como forma de garantizar
seguridad). A pesar que pudiera parecer inofensivo, el tiempo de exposición a estas
compulsiones puede llevar a la persona a restarle atención a otras actividades que sí la
demandan. En realidad se trata de un mecanismo de defensa de corta duración para
contrarrestar pensamientos obsesivos que producen miedo, ideas de peligro o confusión. Si
bien estas ideas son de naturaleza irracional, lo cual el sujeto comprende, la acción de
combatirlas se hace inevitable apareciendo ciclos de repetición constante de las
actividades.
Entre las obsesiones que conllevan a este tipo de comportamientos se destacan algunas
relacionadas con la constante preocupación por la salud física dado el temor a contraer
enfermedades, la apariencia personal, las ideas religiosas y otras que tienen que ver con
los principios morales vistos a través de la sexualidad, la violencia o los estereotipos
implementados por la sociedad moderna.
A pesar de que este trastorno psiquiátrico se presenta con episodios de poca gravedad,
resulta bastante difícil lograr una mejoría en los pacientes, de hecho, suele ser
crónico en la mayoría de los casos. Las investigaciones han sugerido un antecedente
genético para la aparición del trastorno obsesivo
compulsivo, a pesar de esto, pudieran existir una situación de estrés que la
propicie. También se plantea la idea de una afectación a nivel cerebral. Tanto los
hombres como las mujeres son igualmente propensos a padecerlo siendo, en el entorno de los
trastornos de ansiedad, uno de los más comunes y estudiados, para los cuales se
desarrollan constantes investigaciones y se realiza la búsqueda de fármacos cada vez
más eficaces producto a su común aparición, incluso desde edades tempranas de la
adolescencia.
Las terapias conductuales son la primera opción a tomar en cuenta para el tratamiento
dada su eficacia en muchas de las personas afectadas, además de no poseer un carácter
invasivo al menos desde el punto de vista farmacológico. El primer paso para el
tratamiento de esta afección está centrado en reconocer que existe un desorden emocional
que ha puesto en marcha la acción compulsiva, identificarlo será primordial para la
obtención de los primeros resultados. Es importante ir minimizando esta conducta
prestándole atención a cosas de mayor valía. La exteriorización de los sentimientos de
enojo, alegría y frustración de manera segura; la práctica de ejercicios físicos y el
hecho de ir reduciendo poco a poco la conducta compulsiva conllevará al éxito de
cualquier tipo de intervención médica paralela. Tomando esto en consideración a veces
se hace necesaria la intervención de compuestos químicos a causa de la intensidad con
que se produce el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Uno que tiene un largo historial
clínico es: la Clomipramina (Anafril), sin embargo, este puede actuar sobre otros
neurotransmisores que nada tienen que ver con los que se vinculan a los estados ansiosos,
por ello, en la actualidad, a pesar de que su uso sigue siendo continuado, han ido
apareciendo otros medicamentos que disminuyen considerablemente los efectos secundarios en
el proceso de curación, estos son: Fluoxetina, Fluvoxamina, Sertralina, Paroxetina,
Citalopram y Escitalopram. Cabe señalar que la administración de los mismos no es
necesariamente enfocada hacia uno solo, por el contrario, en ocasiones se hace necesario
combinarlos con otros que contrarresten los efectos colaterales y sea más viable para el
paciente el superar su mal. |