En la categoría de los trastornos de ansiedad se
halla el trastorno por estrés postraumático o TEPT
manifestándose a partir de una situación en la vida de naturaleza peligrosa o
sencillamente que provocó en la persona altos niveles de estrés. Contrariamente a muchos
sucesos cotidianos que transcurren bajo extremas tensiones físicas y emocionales que las
personas son capaces de superar, no suele suceder en este caso pues la mente queda en un
estado de trauma o daño psicológico tal que afecta al implicado desde el mismo momento
de su ocurrencia, desencadenando un paulatino deterioro que a corto plazo llega a afectar
profundamente el entorno físico e intelectual. Esto además imposibilita e inutiliza a
quien lo percibe, inhibe el desarrollo social y se hace cada vez más intenso debido a la
imposibilidad de poder evacuar la inmensa carga emocional.
Algunas de las causas que pueden conllevar a este estado son: la pérdida de un
familiar o un amigo, un accidente automovilístico, violación física (sobre todo cuando
sucede en el caso de las mujeres y niños), una fuerte frustración por un suceso fallido
del cual se preveía un resultado positivo y que demandó un enorme esfuerzo. Otro de los
grupos más afectados por trastorno por
estrés postraumático son las personas afectadas por crisis de guerras y actos
terroristas. Sin embargo, a pesar de lo que habitualmente se piensa la acción traumática
no condiciona su efecto sino que este está dado por la sensibilidad de la persona ante el
hecho, su personalidad o su capacidad de interpretación mental, cuestiones que pueden
estar preestablecidas antes del propio nacimiento producto a la combinación genética.
Quienes han vivido este tipo de traumatismos comienzan a experimentar síntomas como el
hecho de recordar constantemente el momento vivido, recrean las imágenes en su mente, las
repasan una y otra vez, suelen sentirse responsables por lo sucedido, buscan en sus
pensamientos los detalles más escabrosos y en otras ocasiones solo recuerdan fotogramas
aislados infligiéndose aún más daño. Unido a esto se producen constantes afectaciones
al sueño por la ocurrencia de pesadillas que involucran lo sucedido. A partir de este
punto aparecen comportamientos que tratan de enmascarar lo que se experimenta
interiormente (la persona no quiere que se sepa lo que está pasando pues piensa que lo
puede superar con el tiempo), trata de obviar todo lo que acontece a su alrededor como si
ya nada tuviera importancia, bloquea en su mente los pensamientos que involucran
felicidad, aspiraciones y propósitos futuros. Acompañando este período de evasión
transcurre otro que involucra reacciones violentas, irritabilidad, cambios de humor
repentino y otros de carácter fisiológico como dolores de cabeza, taquicardias e
hiperventilación.
No se puede prevenir que una persona tenga la tendencia a padecer trastorno por estrés
postraumático (TEPT) pues no se pueden controlar o evadir las situaciones que lo crean
(al menos en la mayoría de los casos dependiendo de la circunstancia), a pesar de ello,
una consulta a tiempo, es decir, inmediatamente de haber transcurrido el evento
traumático, es la opción más acertada si de combatir este trastorno se trata. Un
diagnóstico temprano asegurará la capacidad del individuo para superar los síntomas, condicionará una
recuperación más rápida y devolverá a la persona a su vida social con una mente
fortalecida. Una exposición más extensa al trauma solo generará mayor trastorno y por
consecuencia un tratamiento más prolongado y difícil para el cual, en un gran
porcentaje, se recurre a la aplicación de psicoterapias con una combinación frecuente de
antidepresivos y ansiolíticos
dependiendo de qué inicio el trauma y qué impacto ha tenido sobre cada cual. |